sábado, 22 de noviembre de 2014

LA HOMOSEXUALIDAD EN EL QUITO ANTIGUO


A principios del siglo pasado el tanto se bailaba entre hombres, porque no estaba bien visto que las mujeres ingresaran a los salones de baile y mucho menos que bailaran de esa manera con varones. Esto no los convirtió en homosexuales, solo en hombres que bailaban entre sí.


BOHEMIA QUITEÑA, años 20s
Foto de la Colección - La Bohemia Solapada - de Emmanuel Honorato Vásquez        

 Una historia que, como casi toda la historia de lo que llamamos Ecuador, está verde, insustanciada, mal documentada... oscura como los callejones quiteños. Me viene a la mente la visita excelsa que tuvimos a inicios del siglo XIX de Humboldt y su expedición... nada está confirmado sobre las preferencias sexuales del Barón... pero se quedó en Quito mucho más tiempo del que tenía planeado.. y se llevó para el resto del recorrido, nada más y nada menos que al futuro héroe libertario Carlos Montúfar... Quedan los apuntes del sabio prusiano sobre los apetitos de los quiteños... y la nota del sabio y héroe colombiano Francisco José de Caldas...

En su Diario Humboldt , que se hospedo en el Convento de San Francisco escribió que nuncha había estado en un sitio donde se libere tanta lujuria entre los religiosos, por la noche. Escuchaba todas las noches el cambio de celdas de religiosos y sus jadeos, donde por esas épocas aproximadamente 200 hombres vivían dentro de aquel Palacete pretendiendo aparentemente pobreza y castidad.
  
Pablo Palacio escribe su famoso "Un hombre muerto a puntapiés" en 1927, habría que mirar estas historias cruzadas por clase cómo funcionaban en dicha época.

Es muy fácil saber el porqué existió tanto homosexual  dentro del clero. La Iglesia Católica que impuso su religión Ecuador, tiene dos sacramentos principales que deben cumplir las personas cuando son mayores de edad: El Matrimonio  y el Orden Sacerdotal. Es por eso que hasta en la actualidad gran parte de homosexuales o bisexuales se sigue casando (matrimonio hombre - mujer)
y en tiempos antiguos muchos tomaban los hábitos religiosos. 

Textos: Pedro Artieda y Francisco Guayasamin