jueves, 21 de septiembre de 2017

HOMOSEXUALIDAD EN EL MUNDO PREHISPÁNICO

LA HOMOSEXUALIDAD EN EL MUNDO PREHISPÁNICO 
Y LA PERVERSIÓN DE LOS CONQUISTADORES  EN NOMBRE DE LA CRUZ.




Cuando lo españoles llegaron a lo que más tarde sería conocido como la Nueva España, muchas costumbres de los nativos los sorprendieron y aterraron: en especial los sacrificios humanos, una parte fundamental de la religión de los aztecas. Además de ello, las pirámides, los códices, el lenguaje, el arte, el oro, la plata, los animales exóticos y la arquitectura de los pueblos mesoamericanos fueron un descubrimiento que los fascinó y extrañó a partes iguales. Sin embargo, no fue lo único…

Las prácticas homosexuales, tan habituales entre los habitantes de aquella época (y de todas las épocas de la humanidad), fueron de su particular desagrado. Como ejemplo tenemos el fragmento de una misiva de relación de Hernán Cortés al rey Carlos I de España: “…aun allende de lo que hemos hecho relación a Vuestras Majestades de los niños y hombres y mujeres que matan y ofrecen en sus sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado”.

Los españoles y los mismos mexicas reseñaron en diversos textos la práctica del temazcal como ritual religioso purificador, pero también como lugar de encuentro sexual entre hombres y mujeres por igual: "Y acontecía meterse en este baño (temazcal) muchos hombres y mujeres, y allá dentro, con la calor, hombres con mujeres y mujeres con hombres y hombres con hombres, usados ilícitamente. En México había hombres vestidos en hábitos de mujer y éstos eran sométicos y hacían los oficios de mujeres, como tejer e hilar, y algunos señores tenían uno y dos para sus vicios”. Este fragmento pertenece al códice Tudela, escrito entre los años 1533 y 1554.

En todos los poblados por los que las caravanas de soldados españoles pasaron, existía la permisividad de la homosexualidad y de los hombres ataviados como mujeres. Gran parte de esas expediciones que llegaron a México tenían a frailes y evangelizadores en sus filas, por lo que no es de extrañar el escándalo que estas prácticas “ilícitas” causaban entre ellos. La libertad sexual era vista como un gesto pecaminoso y rápidamente se ganó el repudio de unos conquistadores que ya tenían en la mira a los nativos como seres salvajes y de escasa educación.

“Pecado nefando” es el término que los españoles utilizaron para referirse a la homosexualidad entre los pueblos mesoamericanos. Esta práctica “polémica” no era la única que se llevaba a cabo. Entre los zapotecos existía un grupo sexual denominado “muxe” (considerados como un tercer sexo), quienes tenían la misión de iniciar sexualmente a los muchachos jóvenes. Este grupo se conformaba sólo de hombres, ya que las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio. Los mayas eran permisivos con la homosexualidad, que era mejor vista que el sexo prematrimonial. Altos jerarcas y sacerdotes la practicaban y la veían como un gesto normal.

Sin embargo, la homosexualidad estaba esparcida en otras partes del continente americano: en el imperio Inca se llevaban a cabo piezas artísticas en las cuales se retrataba la práctica sexual entre hombres. Los conquistadores hallaron estatuillas hechas con oro puro donde los hombres realizaban cópulas anales. Escandalizados, derritieron estas piezas y se aprovecharon del material con el que estaban hechas para aumentar sus riquezas.

Innombrables prácticas represoras contra los aborígenes comenzaron a suscitarse para erradicar lo que los españoles consideraban pecaminoso: cuando Vasco Núñez de Balboa arribó a Cuarecua (en la actual Panamá), fue testigo de actos sodomitas en el hogar de un importante cacique: “en ella sorprendió al hermano del cacique vestido de mujer y a otros muchos acicalados que, según atestiguaron los vecinos, eran invertidos. Mando el capitán español entregarlos en número de cuarenta a la voracidad de los perros...". Este fragmento pertenece a “Décadas”, una de las tantas crónicas que se escribieron sobre el descubrimiento del Nuevo Mundo, cuyo autor es Pedro Mártir de Anglería.



Con la llegada de los españoles a esta parte del mundo, los ritos y prácticas sexuales considerados indebidos comenzaron a sufrir modificaciones debido a la censura religiosa y la imposición de nuevos códigos morales. Severos castigos se impusieron hacia aquellos que se obstinaran en seguir bajo estos esquemas de “aberración física”. Poco a poco, la homosexualidad pasó a ser un comportamiento intolerable y mal visto por la sociedad. Los pueblos mesoamericanos no sólo fueron despojados de sus dioses, sus costumbres, su lengua y su identidad sino, al mismo tiempo, de la libertad de elegir su sexualidad.

La diversidad sexual es un tema que ha acompañado a la humanidad desde que comenzó el descubrimiento de su naturaleza y su identidad. En casi todas las sociedades del mundo, la homosexualidad ha sido vista por algunos hombres y mujeres como un comportamiento transgresor e ilícito, motivo de diversas disputas para imponer un pensamiento opresor en aquellos que simplemente tienen una identidad diferente a la socialmente aceptada.



LA HOMOSEXUALIDAD EN AMÉRICA PRECOLOMBINA.


La primera campaña en contra de las prácticas homosexuales del continente la inició Hernán Cortés, muy sorprendido de lo que había encontrado al otro lado del Atlántico: ”Hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable vicio”.

El cronista Bernal Díaz asegura al respecto: “Además desto eran todos ellos sométicos y en especial los que vivían en las costas y tierras calientes, en tanta manera que andaban vestidos de en habito de mujeres, muchachos a ganar con aquel abominable vicio”.  Destacaron la ciudad de Panuco, donde la  homosexualidad era pública y se veía como natural.

La mayor parte de los exploradores, López de Gómarra, Bernal Díaz del Castillo y Alvar Núñez Cabeza de Vaca, también observaron y describieron prácticas homosexuales entre los nativos de las islas y tierras continentales, exceptuando Bartolomé de Las Casas.  Según Cabeza de Vaca, quien llegó a vivir con los autóctonos de la Florida durante más de seis años: “Entre ellos vi una diablura, y es que vi un hombre casado con otro, y estos son unos hombres amarinados”… “y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres, y tiran arco y llevan una gran carga, y entre ellos vimos muchos de ellos así amarionados”…  “como digo, y son más membrudos  que los otros hombres, y más altos; sufren muy grandes cargas”.

Además de los testimonios escritos, no hay pocas piezas artísticas que sirven de testimonio de estas prácticas: En San Anton (México), los conquistadores encontraron ídolos de oro y barro en donde se aprecian dos hombres cabalgando uno sobre otro, en forma de acto homosexual. Otra cerámica similar se puede observar en el museo del oro, en Bogotá, Colombia. Pero es entre los Mayas-Yucatecos que se encuentran figuras en barro en una perfecta orgía gay. En la Mochica, asimismo, existen representaciones de este comportamiento sexual. Podemos apreciar otras figuras en el museo Rufino Tamayo de Oaxaca o en el museo de arte precolombino de Chile.

Como suele hacerse desde Europa, no se puede uniformizar un continente tan amplio. Según cuentan los cronistas, era en la costa de Perú, donde las prácticas homosexuales parecían más frecuentes, hasta el punto de que en la isla Puná el cacique tenía varios hombres en su harén, además en la mitología del litoral ecuatoriano se transmitían de generación en generación hazañas de héroes homosexuales.

No obstante la homosexualidad en el antiguo México tenía varias percepciones: “En las culturas prehispánicas de México, la homosexualidad tenía distintas percepciones. Los aztecas no permitían las prácticas homosexuales y daban castigo de muerte”… “no obstante la homosexualidad existía en esta sociedad y era ejercida clandestinamente. Dentro de la sociedad maya, la homosexualidad, era una práctica común, permisible e incluso venerada principalmente entre los jefes, sacerdotes y guerreros (clase alta)” , según explica Iris Gastelum en su aproximación al tema.

La homosexualidad femenina estuvo muy bien visto en algunas culturas andinas, pues en los estratos nobiliarios del imperio incásico suponía un ideal. En cualquier caso, la Santa Inquisición se ocupó de borrar todo rastro, pues los enviados españoles tenían autorización de segar el pecado nefando y derivados sin tener que pedir permiso a la Corona.

El historiador Pedro Cieza de León reconoce que todos estos hábitos estuvieron silenciados hasta que en épocas recientes los historiadores, sobre todo, norteamericanos, comenzaron a hurgar en la herida.