viernes, 10 de septiembre de 2010

LAS PRIMERAS ZONAS ROSA Y LOS LUGARES DE ENCUENTRO CAMUFLADO EN QUITO

HOMOSEXUALIDAD QUITEÑA - UNA HISTORIA ESCONDIDA


El centro Histórico y La Mariscal se convierten en los escenarios de las representaciones homosexuales. Los testimonios cuentan que mucho gay de armario se enteraba por accidente de boca de algún heterosexual u otro enclosetado sobre “el ambiente” Estos contaban anécdotas con sorna e indignación acerca de situaciones con “maricas “y eso bastaba para explotar la curiosidad y acudir a dichos lugares a comprobar el dato, cuenta César (60). El cine Bolívar fue un lugar de “cruce” y contacto. La oscuridad favorecía a que los hombres tuvieran un acercamiento, “especialmente si se ubicaban en la última fila”. Igual cosa sucedía en los baños de San Agustín.

César enumera algunos de los esporádicos bares gay que fueron surgiendo en Quito. La Cafetería Cordovez en la 10 de Agosto, por la Casa Vivanco, era un lugar de encuentro. En la 24 de Mayo, el bar Águila Dorada era frecuentado por intelectuales de los 70 y donde también había travestidos. El Puerta de Hierro en la Tamayo, entre 6 de Diciembre y 12 e octubre, era un garaje de casa. No duró mucho, “la policía llego en un operativo regular y todos los chicos se echaron bajo la mesa por miedo y eso les delató ante la policía, además de haber solo hombres”. El bar Tabasco en La Mariscal, “lo cerraron un 24 de mayo de 1981, día que murió el presidente Jaime Roldós. Un bar ubicado en el partidero a Tumbaco en el subterráneo de un edificio. “Las luces bajas, la pista de baile, los bar tender afeminados o insinuantes, además de la música disco”, recuerda César.

En los 70 surgen saunas heterosexuales que serán tomados por los homosexuales por su connotación sexual evidente. César revela que en la Almagro y República los Baños Sauna Pichincha “fue el punto de cruce”. Eso sin dejar de nombrar los cines porno que aparecieron en el Centro. En el Gran pasaje de la Plaza del Teatro, los peluqueros travestidos llamaban la atención de mucho cliente por su habilidad, que hizo competencia al tradicional peluquero. Pero además, también “atraían a los chicos estudiantes de colegios como el Mejía, el Montufar y otros aledaños”, ironiza Daniel Moreno, artista drag y activista.

César cree que el homosexualismo tenía tres matices; la clase media lo rechazaba debido al arribismo social. “Muchos despreciaban a los gays que no eran de su clase, tipo y estética”. La clase alta lo toleraba y aceptaba, al menos entre los suyos, que no se mezclaban con el resto. Igual cosa sucedía con la clase popular, donde existía más solidaridad, como el caso de los peluqueros, la mayoría transgénero, explica. Cree que ser arquitecto, diplomático y artista – intelectual, eran las profesiones con las que gays y lesbianas de clase media alta se identificaban más. Ellos viajaban por el mundo y eso les permitía un contacto con las vivencias homosexuales de Estados Unidos y Europa.

Para Francisco Guayasamín, un activista de antaño, la palabra gay no se pronunciaba, “era Insultante, peor o igual a “homosexual”, por es los gays éramos solitarios, había un alto nivel de suicidios”, cuenta con remordimiento. “Muchos de los personajes de la política y de la televisión que justamente hablan mal de los homosexuales, años atrás frecuentaban las noches gay de Quito.

Daniel Moreno cree que muchos gays de la época estaban casados, incluso ahora son abuelos. Confiesa que asistió a muchas despedidas de solterón de amigos que se casaban para camuflar su soltería, convencidos de que “la vejez gay era solitaria y triste”. Además era una cuestión económica de estatus: adquirir carro, comprar casa o departamento, “que

de solteros, un banco no les daría crédito, porque el hecho de estar casado representaba responsabilidad de pago”. Hay un dicho popular muy arraigado que señala: “Solterón maduro, maricón seguro”. Ese prejuicio no había con las mujeres, a las que aún se las llama simplemente “solteronas”.

Los trans fueron un mundo aparte coinciden los tres entrevistados. Pobres y marginados por sus familias, “algunos se travistieron debido a la ignorancia del tema homosexual” y por la influencia de sus compañeros de trabajo. Expulsados de su hogar fueron “forzados” a trabajar en peluquerías. “inculcados por sus colegas, muchos se “Transformaron”, por creer que ese era su destino”, comentan Francisco Guayasamin y Daniel Moreno.

EL BUM DE LA MARISCAL Y LAS COSTUMBRES HOMO ERÓTICAS CAMBIAN.

El ascenso de la La Mariscal como barrio de clase media y alta, lo convierte también en una zona “nice “de la era Banana Republic de los años 50 y 60. Con el tiempo “se veía más ambiente, especialmente en la Av. Amazonas, cuenta César. Desde la Patria se iniciaba un ritual cada fin de semana. “mucho gay balconeaba en la “T de Cobre”, (Estructura de Eduardo Maldonado del Edificio Cofiec) de 7 a 9 de la noche”. Consistía en exhibirse y mirar el desfile de carros y personas que entraban a la Av. Amazonas. “Luego emigraban al Manolo´s y a El Escocés”, bares de moda y donde circulaban muchos chicos en pos de un “levante”. A la media noche se dirigían al Hueco”, relata Daniel.

Los entrevistados mencionan bares y discotecas pioneros como el Bar Sausalito en la calle Calama. Cesar abrió “El Barril”, conocido popularmente como “Ana María, en honor a su bartender más emblemática. El Hueco aparece en el año 84, la “inmundicia de sus baños” le gano ese mote, recuerda Daniel. Otros aparecieron y desaparecieron: Hopy Ex, En la Reina Victoria; Stricke, en las torres de Almagro; Lunática, en la Rábida y Colón, Matrioshcka, en la Joaquín Pinto; Don Carlos, en la Olmedo y Cevallos.

En los 80, el Halloween o día de brujas gringo surge como “el verdadero día del orgullo gay de Quito”. Costumbre que se mantiene hasta hoy en las discotecas, con un éxito sin igual.
El Ejido aún es lugar de desfogue homoerótico. “Había mucho ejecutivo, empresario, trabajadores, de todo, hasta curas que luego se los veía en misa”, enfatiza Daniel. “Muchos también murieron por violencia, pero esas muertes no fueron esclarecidas ni denunciadas públicamente, debido al estigma homosexual. Allí se asentaban los cacheros, que más que prostitutos, ]”eran chicos que buscaban que les pagaran la comida, la entrada a la disco, la bebida o un paseo en carro”.

Por: Freddy Lobato
fredylobato@hotmail.com
Publicado en REVISTA Q
Julio 2

1 comentario:

SANTIAGO PALATE dijo...

HERMOSA REFERENCIA HISTÓRICA, LOS NUEVOS GAYS TAMBIÉN DEBERÍAN SABER AL RESPECTO,PUES IGNORAR TODOS ESTOS HECHOS ANTERIORES NOS HACEN UN TANTO INSENSIBLES Y SIN UNA BASE HISTÓRICA REAL NO PODEMOS SER CONSCIENTES DE A QUIENES DEBEMOS ENFRENTAR MAÑANA...
SANTIAGO PALATE
ARTISTA PLÁSTICO.