viernes, 10 de septiembre de 2010

LA HISTORIA ESCONDIDA DE LA "HOMOSEXUALIDAD" EN LA SOCIEDAD QUITEÑA


Foto de la Colección - La Bohemia Solapada - de Emmanuel Honorato Vásquez        


En memoria de todos esos héroes silenciosos y silenciados. Este artículo recuerda aspectos previos a la despenalización de la homosexualidad masculina del Código Penal ecuatoriano, en noviembre de 1997.

Hablar o escribir de homosexualidad en Quito o Ecuador fue como hablar de malas palabras. El 90 por ciento de la memoria existente es oral y no escrita; algunas referencias de pocos personajes históricos desempolvan mitos que pasaron de boca en boca y reviven la prohibición social de pronunciar la palabra homosexual, que por antaño se desconocía. Afeminado, sodomita y otros eufemismos para referirse a hombres y mujeres que escondieron hasta la muerte su verdadera orientación sexual.

La condena judío cristiana de nuestra formación hizo que la homosexualidad se desarrollara en el mundo entero, de forma subterránea. Tiene mucho de libidinosa y erótica por su connotación prohibida, y vetada, que la convirtió en tabú. Por tanto, es inevitable que esta memoria aborde el subterfugio homosexual, sin menospreciar la existencia de otras perspectivas vinculadas a expresiones culturales y costumbres urbanas.

PRACTICAS MILENARIAS EN LOS INDÍGENAS: La Cultura aborigen respetó las prácticas sexuales de sus miembros, sin que fuera su práctica común o un modo de vida. Se especula que los chamanes, actores llenos de sabiduría, eran la representación masculina y femenina en un solo personaje. La hipótesis estudiada por antropólogos y estudiosos es que los hombres indígenas practicaban sexo entre sí, para llegar con experiencia a la vida de pareja con sus mujeres. El “pecado nefando” fue condenado duramente por cronistas que narraban la cotidianidad de los indígenas y erradicado de su cultura por los conquistadores católicos.

HISTORIAS BICENTENARIAS : Alexander Von Humboldt, científico alemán de 32 años, guapo, rico e intrépido, visitó Quito a inicios del siglo XIX. La ciudad no era precisamente el ejemplo de la paz franciscana con que se le caracterizaba hasta hace poco, sino una ciudad festiva. A decir de Humboldt, “no se respiraba más que voluptuosidad y lujo”. Entre esos lujos estuvo el que le brindó el Marqués de Selva Alegre, Juan Pío Montufar, en cuya casa conoció a su joven hijo Carlos, quien luego lo acompaño en sus viajes junto con Aimé Bompland.

Humboldt compartió medio año de estadía en Quito con científicos como el colombiano Francisco José de Caldas. Pero el hijo de Montufar fue quien se llevó el “premio” de continuar el viaje junto al sabio alemán. Esto produjo tristeza, pero también ira en Caldas, quien, escribió el 21 de abril de 1802.

“¡Qué diferente es la conducta que el señor barón ha llevado en Santa fe y Popayán de la que lleva en Quito!... Entra el barón en esta Babilonia, contrae por su desgracia amistad con unos jóvenes obscenos disolutos, le arrastran a las casas donde reina el amor impuro, se apodera esta pasión vergonzosa de su corazón y ciega a este joven sabio hasta u punto que no se puede creer”. Luego acotaba… “Humboldt partió de aquí el ocho del corriente con Mir. Bonpland y su adonis, que no le estorbaba para viajar como Caldas (…) Yo le amo, pero he sentido este desaire, que no curará con nada este sabio”.
Montufar y Caldas fueron próceres de la independencia americana de España.

SIGLO XX: EL TRAVESTISMO ACEPTADO SOCIALMENTE.
En el siglo del liberalismo, Ecuador vio las luces al final del año: las viudas lloronas del 31 de diciembre, época de inocentes, tradición que surge en los años 30. Antaño era costumbre pagar a mujeres por asistir a los entierros y lloriquear por el difunto. La dramatización se convirtió en parodia los días de inocentes de fin de año; llorar por el año que “se muere”. Ahí es cuando los hombres adaptan el papel de vestirse de mujer, presumiblemente como burla, hasta hacerse costumbre. Hacen travesuras y picardías especialmente con otros hombres en la tarde y noche de fin de año para pedir limosnas. Hermanas, novias, madres, tías y abuelas prestan vestidos, pelucas y maquillaje a sus esposos e hijos, y festejan su afeminamiento y amaneramientos. Este travestismo tiene igual destaque el 6 de enero, Día de Reyes en la cultura mestiza española. Esa fiesta aún se celebra en ciudades de la Sierra central y el Austro entre estudiantes de colegio.

La dictadura del General Rodríguez Lara (1972 – 1976) prohibió con prisión a los hombres vestirse de viudas por cuestiones de homofobia. Con el retorno a la democracia se retoma la costumbre y en ciertos casos quizá la viuda esconda un gay reprimido. La costumbre convertida en tradición, no desapareció pese a la represión oficial y religiosa.
 
Por: Freddy Lobato
fredylobato@hotmail.com

Publicado en REVISTA Q  -  Julio 2

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