UN CAFÉ CON CAPOTE
“El
oscurantismo del siglo pasado se desvanece y se siente un aire de cambio
y tolerancia en la ciudad”.
y tolerancia en la ciudad”.
Quito
Se torna cada vez más cosmopolita y mutante. Varias expresiones culturales
conviven en ella. Las noches de fin de semana son los mejores momentos para
descubrirlas. La urbe se traviste. Cambia de ropajes. Las bellas iglesias
centenarias cierras sus puertas. Clérigos y devotos atraviesan sacristías y abandonan
confesionarios. El oro de los retablos deja de brillar. El turno es para los
arcoíris de neón que iluminan otros altares, otros goces. Las guitarras e
instrumentos de viento se dejan escuchar en una de las vértebras del ocio
citadino: La Ronda. La nostalgia vuelve entre los pasillos y los boleros. Los
oficinistas tiran sus corbatas y ponen sus sacos de lado. Canelazos y vinos
hervidos se sirven por doquier y así se va alegrando el ambiente. Los
visitantes entran y salen de bares y restaurantes. De repente, altos tacones,
al estilo Almodóvar, atraviesan el empedrado. La metamorfosis continúa. Suben
por donde se extiende la vértebra, el boulevard de la 24 de Mayo, y se mezclan
con las zapatillas Converse de otra visitante que ofrece bisutería a quienes
disfrutan del juego de máscaras instalado en la gran vereda. Una pareja, Melisa
y Jesse, juega a cambiar sus rostros.
Frente
a la capilla del Tobo, en el 11 Café, la temperatura se burla del intenso
frío andino. La madera que predomina en
La Ronda muta a lo vintage y vanguardista. La tradición se quita su traje
monocromático.
Y
es que la tentación es demasiado fuerte. Agarra un par de agujetas y a punto de
cruz borda la bandera del arcoíris. La comunidad GLBTI (Gay, Lésbica,
Bisexual, transgénero e Intesexual) de
Quito a inaugurado otro Templo. Víctor Gouffray le ha puesto lo que se necesita: luz, brillo,
cordialidad.
¡Gracias
a Dios la urbe sigue cambiando! La conversión también agita otra de las
vértebras que sostiene a la ciudad, la Plaza Foch, y que se ha constituido en
lugar simbólico para esta comunicad que, con el apoyo del Cabildo, organiza desde hace pocos años
el Festival del Orgullo Gay a celebrarse este mes. Mientras leía un libro de
uno de los cafés de “la Zona”, sobre el irreverente y brillante escritor
estadounidense Truman Capote, dos chicos (hombres) abrazados, degustaban una
torta con capuchinos. De vez en cuando tocaban sus rostros con caricias llenas
de ternura. Los usuarios entraban y salían. A veces los miraban de reojo, con
algo de recelo, pero el respeto imperó. Algo impensable en otros tiempos.
Me sentí orgulloso de ser quiteño, de vivir en Quito y, sobre todo, de pensar que el oscurantismo del siglo pasado pronto será solo un mal recuerdo. Claro, gracias a las demandas de una comunidad que no ceja y que nunca más permitirá ser violentada.
Me sentí orgulloso de ser quiteño, de vivir en Quito y, sobre todo, de pensar que el oscurantismo del siglo pasado pronto será solo un mal recuerdo. Claro, gracias a las demandas de una comunidad que no ceja y que nunca más permitirá ser violentada.
Pedro Artieda
Escritor
Tomado de “El Quiteño”
19 de Junio del 2012.
Escritor
Tomado de “El Quiteño”
19 de Junio del 2012.
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