viernes, 29 de junio de 2012

UN CAFE CON CAPOTE


UN CAFÉ CON CAPOTE


“El oscurantismo del siglo pasado se desvanece y se siente un aire de cambio
y tolerancia en la ciudad
”.

Quito Se torna cada vez más cosmopolita y mutante. Varias expresiones culturales conviven en ella. Las noches de fin de semana son los mejores momentos para descubrirlas. La urbe se traviste. Cambia de ropajes. Las bellas iglesias centenarias cierras sus puertas. Clérigos y devotos atraviesan sacristías y abandonan confesionarios. El oro de los retablos deja de brillar. El turno es para los arcoíris de neón que iluminan otros altares, otros goces. Las guitarras e instrumentos de viento se dejan escuchar en una de las vértebras del ocio citadino: La Ronda. La nostalgia vuelve entre los pasillos y los boleros. Los oficinistas tiran sus corbatas y ponen sus sacos de lado. Canelazos y vinos hervidos se sirven por doquier y así se va alegrando el ambiente. Los visitantes entran y salen de bares y restaurantes. De repente, altos tacones, al estilo Almodóvar, atraviesan el empedrado. La metamorfosis continúa. Suben por donde se extiende la vértebra, el boulevard de la 24 de Mayo, y se mezclan con las zapatillas Converse de otra visitante que ofrece bisutería a quienes disfrutan del juego de máscaras instalado en la gran vereda. Una pareja, Melisa y Jesse, juega a cambiar sus rostros.

Frente a la capilla del Tobo, en el 11 Café, la temperatura se burla del intenso frío  andino. La madera que predomina en La Ronda muta a lo vintage y vanguardista. La tradición se quita su traje monocromático.

Y es que la tentación es demasiado fuerte. Agarra un par de agujetas y a punto de cruz borda la bandera del arcoíris. La comunidad GLBTI (Gay, Lésbica, Bisexual, transgénero e Intesexual) de  Quito a inaugurado otro Templo. Víctor Gouffray  le ha puesto lo que se necesita: luz, brillo, cordialidad.

¡Gracias a Dios la urbe sigue cambiando! La conversión también agita otra de las vértebras que sostiene a la ciudad, la Plaza Foch, y que se ha constituido en lugar simbólico para esta comunicad que, con el apoyo  del Cabildo, organiza desde hace pocos años el Festival del Orgullo Gay a celebrarse este mes. Mientras leía un libro de uno de los cafés de “la Zona”, sobre el irreverente y brillante escritor estadounidense Truman Capote, dos chicos (hombres) abrazados, degustaban una torta con capuchinos. De vez en cuando tocaban sus rostros con caricias llenas de ternura. Los usuarios entraban y salían. A veces los miraban de reojo, con algo de recelo, pero el respeto imperó. Algo impensable en otros tiempos.

Me sentí orgulloso de ser quiteño, de vivir en Quito y, sobre todo, de pensar que el oscurantismo del siglo pasado pronto será solo un mal recuerdo. Claro, gracias a las demandas de una comunidad que no ceja y que nunca más permitirá ser violentada.

Pedro Artieda
Escritor
Tomado de “El Quiteño”
19 de Junio del 2012.

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