miércoles, 5 de agosto de 2015

QUITO, AGOSTO 5 DE 1794


El Cielo encapotado de estrellas y la luz de Luna, iluminan el Arco de la Reina;  por donde cruza un dominico que se encamina hacia el monte Yavirac. Es Jerónimo de Alcázar y León Aragonés, camina sigiloso...

Esta historia empieza con la llegada a Quito de Trinidad Rivera y Cagigal, feriante andaluz con farra de aventurero y tahúr.

Desde que se avecindó, la gente de bien le ha colmado de invitaciones y festines, debido a su condición de cantador de coplas y sus destrezas sobre el tablado. Las verbenas  se volvían deliciosas con la magia de este músico, que con sus cuentos y artes, lograba que os quiteños degustasen la Madre Patria.

El aventurero hacia las delicias, en casas solariegas y feudos paradisíacos, donde al calor de vinos y manzanillas, mozos y mozuelas subyugaban seducidos por su majo en canto.

La Villa vivía fascinada con Trinidad, pero él estaba aburrido. Entonces escuchó la leyenda del natural Cantuña, que mentaba como éste construyó una capilla en el convento de San Francisco, con la ayuda del diablo a quien le había endosado su alma. A trinidad, se le ocurrió jugarle una chaza al cura Jerónimo, ya que por visión propia había caído en cuenta que el clérigo tenía debilidades muy profundas: el vino, el oro y su devosión nocturna por las religiosas de Santa Catalina.

Con sin  igual verborrea logró despertar la codicia del mensajero de Dios. Las señales eran precisas;
Jerónimo debía ir al misterioso monte, bien entrada la noche, luego invocaría tres veces al rey del averno. Este daría órdenes, que al ser cumplidas, por premio recibiría tres baúles, rebosantes de oro.

El dominico con la ayuda de un candil y su avaricia, ha llegado a la cima y voz en cuello:
- Diaaablo, hacedme rico!!!

Después de gritar dos veces más, una voz de ultratumba;
-Jerónimo, desnudo recostaos boca abajo!!!

Al sacerdote no le importó el frió y raudo se colocó, tal cual.
Al tanto alguien procedió a subirsele encima musitándole - Rico, rico, rico...




Jerónimo reacciona y con voz de dolor,

- Diablo, oos suplico, yo no soy un desviaooo!!!
- Ni yo soy el diablo.

Charlie Viteri
Revista País Canela - Segunda Edición - 2005